Déjame ser el mejor caracol del mundo

En el transcurso de mis paseos habituales, un hábito que he cultivado durante años, experimenté recientemente una profunda toma de conciencia.

 Esta costumbre, en la que subo por un sendero empinado después de comer, sirve para oxigenar mi cuerpo: una especie de oxigenoterapia natural y sin complicaciones que en un principio pretendía ayudarme a recuperarme del ictus que sufrí a los 50 años.

Con los años, me he dado cuenta de lo beneficiosos que son estos paseos, hasta el punto de que se han convertido en una parte habitual de mi vida. A pesar de durar solo 30 minutos, la ruta es exigente por su pendiente y requiere bastante esfuerzo debido a mi altura.

La sensación de bienestar a la vuelta es inmediata, lo que me llevó a pensar que este tipo de actividades no sólo son saludables, sino también sorprendentemente fáciles. Todo lo que necesitas es una ruta empinada, ya sea un tramo de escaleras o un sendero en el campo.

Volviendo al tema que nos ocupa: ¿qué tiene que ver esto con un caracol? Hace poco llegué al punto más alto después de un paseo de este tipo y observé un caracol que cruzaba tranquilamente la carretera, dejando un rastro tras de sí. Esta visión desencadenó en mí una especie de visión, un momento de claridad, si se quiere.

El caracol cruzó la carretera despacio y sin prisas, aparentemente inconsciente de los peligros potenciales. Parecía que había elegido el momento perfecto para su viaje, porque poco después de cruzar la carretera, pasó un coche. Si no hubiera elegido el momento adecuado, podría haber acabado bajo sus ruedas.

Esta observación me llevó a establecer un paralelismo entre el caracol y la vida humana. A menudo elegimos el camino y el momento adecuados, guiados por un poder superior, sin darnos cuenta de las consecuencias de nuestras decisiones.

Esto me dejó claro que el momento y la perspectiva adecuados son cruciales. Cuando estos dos factores se unen, ningún camino parece peligroso. Con la guía divina, creo que podemos navegar seguros por la vida.

Esta constatación refuerza mi deseo de ser una persona sensata que toma la mejor decisión en el momento oportuno, el mejor caracol del mundo, por así decirlo, en lugar del león egocéntrico que a menudo se considera el ideal en nuestra sociedad.

Me gustaría expresar mi más sincero agradecimiento por este momento de desarrollo espiritual.

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