La fórmula del éxito: un juego de fuerzas

La vida es una interacción continua entre dos fuerzas que influyen tanto en la mente como en el cuerpo y en casi todos los aspectos de nuestro entorno. Estas interacciones dinámicas se basan en las leyes de la naturaleza, que, si se examinan más de cerca, resultan estar guiadas por dos fuerzas principales.

Para tener éxito, es esencial comprender estas leyes de la naturaleza y ser consciente de las influencias de ambas fuerzas. La eficacia suele lograrse reforzando la fuerza positiva y debilitando la negativa para obtener resultados óptimos.

Veamos un ejemplo práctico: supongamos que quiere perder peso y mantenerse delgado de forma permanente. Para ello es necesario seguir una dieta sana y controlar la ingesta de calorías, ya que sin estas medidas estratégicas es poco probable que la pérdida de peso tenga éxito.

Pero esto es sólo el principio. Nuestros cuerpos están programados genéticamente para almacenar grasa con el fin de garantizar la supervivencia en tiempos de necesidad. Afortunadamente, esta necesidad ya no existe en nuestra era moderna de abundancia, en la que muchas personas sufren una tendencia natural a acumular grasa.

Nuestro sistema perceptivo y las condiciones naturales básicas apenas han cambiado, mientras que nuestro entorno ha cambiado drásticamente. Nos estamos adaptando lentamente a estas nuevas circunstancias, a pesar de que los humanos siempre han tenido que actuar como solucionadores de problemas.

En el pasado, la supervivencia exigía mucha precaución, una percepción excelente y la capacidad de pasar inmediatamente de la calma al modo de lucha o huida en situaciones extremas. Hoy en día, estos requisitos son en gran medida superfluos, pero la naturaleza fundamental del ser humano no ha cambiado.

Somos instintivamente escépticos ante lo nuevo, ya que cualquier cambio podría ser potencialmente peligroso. Conocer a gente nueva implica, por tanto, una cautela y una distancia naturales, esenciales para la supervivencia en épocas anteriores.

La civilización ha controlado el lado más oscuro de la humanidad en muchos ámbitos. Los peligros que antes eran habituales ahora ocurren con menos frecuencia. Sin embargo, el miedo, que antes era esencial para la vida, a menudo se vuelve incontrolable. Sigue existiendo, aunque se haya eliminado el peligro real.

El miedo ya casi no tiene un efecto positivo en nosotros. En su lugar, se convierte en una carga. Falta el aspecto crucial de la utilidad, lo que provoca un desequilibrio. Este desequilibrio nos hace la vida más difícil a todos.

Este desequilibrio puede conducir a un estrés persistente, favorecer la enfermedad o provocar estados negativos constantes, sutiles e innecesarios.

Si eres consciente de las dos fuerzas, tienes la oportunidad de influir positivamente en ti mismo. En el caso de la pérdida de peso, esto significa llevar una dieta mejor con menos calorías: así se reforzaría la fuerza positiva y se reduciría la fuerza negativa que impide al cuerpo deshacerse de la grasa y pasar al modo de defensa. Sólo quien se enfrente a ambas fuerzas con una estrategia de solución clara podrá afrontar con éxito y a largo plazo la importante cuestión de la alimentación.

La boca es la puerta de entrada al cuerpo; si no tienes tu puerta bajo control, te enfrentarás a muchos problemas que se agravan a medida que envejeces. 

Ahora sabemos que el sobrepeso perjudica considerablemente la calidad de vida a muchos niveles. Esta ley de fuerzas puede aplicarse a innumerables aspectos de nuestras vidas. 

Si mantienes bajo control la fuerza negativa, llegarás más lejos que alguien que sólo potencia la fuerza positiva y descuida el lado negativo.

He aquí otro ejemplo que sirve para profundizar o comprender mejor el concepto de las dos fuerzas y cómo tratarlas.

Imagina que te fijas un objetivo que quieres alcanzar con todas tus fuerzas.

Por supuesto, es esencial definir primero un objetivo claro para tener una dirección para tus acciones. Esto corresponde al refuerzo de la fuerza positiva.

Nadie puede alcanzar un objetivo sin haber decidido antes que quiere esforzarse por conseguirlo.

Ahora, la otra fuerza: fijar un objetivo no sólo inmoviliza recursos, sino que puede tener consecuencias imprevistas que sólo se manifiesten una vez alcanzado el objetivo. Por tanto, un objetivo mal elegido también puede suponer un riesgo importante, sobre todo si no se es plenamente consciente de las posibles consecuencias.

En este contexto, es aconsejable consultar a alguien que ya haya alcanzado el objetivo y que pueda dar una opinión honesta y objetiva sin dejarse influir por conflictos de intereses. Esto le ayudará a tener en cuenta ambas fuerzas y maximizar los beneficios.

Siguiendo esta estrategia, puede que incluso consigas el objetivo con más éxito que nadie antes, simplemente porque te has ceñido a esta fórmula para el éxito: aumenta siempre la fuerza positiva y minimiza la negativa.

Nunca deben tomarse decisiones importantes sin considerar conscientemente ambos aspectos.

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